Poesía no ya como arte/facto, producto final de un trabajo lingüístico, sino como uno de los episodios de la docencia, más específicamente del autodidactismo: textos de un mañoso taller literario que Ortiz tiene en su propia cabeza. Y de allí los resultados desparejos que exhibe: el desorden y la arbitrariedad en determinadas secciones, el tratamiento desparejo del estilo, la gracia sutil y el ruido molesto. En síntesis: otra vuelta de tuerca con respecto al volumen I pero que exhibe rápidamente los límites y el agotamiento del procedimiento. Libro, quizá por esto mismo, involuntariamente argentino, y por allí recomendable su lectura en estos momentos.